Modelo de
Posner y Petersen.
Este
modelo (1990) propone la existencia de redes neuronales implicadas en los
procesos de la atención las cuales se agrupan en tres sistemas funcionales:
sistema de vigilancia, sistema de atención anterior y sistema de atención
posterior. Estas tres redes tienen gran interacción.
Posner
y Petersen atribuyen funciones específicas a cada una de estas redes, asocian
el sistema de vigilancia con el incremento y mantenimiento del nivel de
alertamiento; el sistema de atención anterior con la detección de señales para
el procesamiento consciente y el sistema de atención posterior con la
orientación hacia los estímulos sensoriales que se presentan en el ambiente.
El
sistema de vigilancia es el responsable de generar un nivel de alertamiento
óptimo para permitir el procesamiento de señales relevantes. Se ha informado
que el incremento en el nivel de alertamiento durante la ejecución de una tarea
de detección de estímulos produce un aumento en la velocidad de las respuestas,
aunque este aumento puede acompañarse por un mayor número de errores, ya que la
selección de la respuesta se basa en el procesamiento de cualidades básicas del
estímulo (Posner,1978)
Esta
red de vigilancia influye sobre los sistemas de atención anterior y posterior,
por una parte suprimiendo la actividad de base del sistema anterior y, por
otra, incrementando la eficacia en la orientación hacia estímulos relevantes.
Posner
y Petersen, han postulado que el sistema noradrenérgico del locus coeruleus
participa en la elevación y mantenimiento del nivel de alertamiento; sin
embargo, a partir del estudio de pacientes con lesiones cerebrales proponen que
el hemisferio cerebral derecho juega un papel importante en el mantenimiento
del mismo, ya que el nivel de alertamiento se afecta más cuando la lesión se
presenta en el hemisferio derecho (Heilman y et al., 1985)
Estudios
posteriores han revelado que las neuronas noradrenérgicas provenientes del
locus coeruleus proyectan sus axones sobre distintas regiones corticales, presentando
una extensa arborización terminal, inervando en mayor media el hemisferio
derecho, mientras que las proyecciones dopaminérgicas y colinérgicas
provenientes del tallo cerebral muestran un patrón inverso, es decir, mayor
inervación del hemisferio izquierdo (Marrocco et al., 1994).
Las
ratas a las que se les han lesionado selectivamente las neuronas
noradrenérgicas del lado izquierdo del tallo cerebral continúan presentando el
patrón electroencefalográfico característico de la vigilia en ambos hemisferios
(Cirelli at el, 1996)
Posner
y Peterson proponen que el sistema de atención anterior, implicado en la
detección de estímulos del ambiente, está constituido por regiones de la
corteza prefrontal media como la circunvolución del cíngulo y el área motora suplementaria.
La
evaluación del flujo sanguíneo cerebral durante la ejecución de tareas de
detección de estímulos ha mostrado que la circunvolución del cíngulo presenta
un incremento en su nivel de activación, el cual se asocia con la dificultad de
la tarea (Posner et al, 1988).
Otra
evidencia a favor de la participación de estas estructuras en la detección de
estímulos se deriva de los estudios acerca del síndrome de hemiinatención en
pacientes con lesiones que afectan la circunvolución del cíngulo (Mesulam,
1981)
Se
ha propuesto que el sistema de atención anterior participa de manera más activa
durante tareas que presentan alto grado de interferencia, como es el caso de la
prueba de Stroop (Pardo et al., 1990), lo cual concuerda con estudios en los
que se ha visto un deterioro en la ejecución de esta tarea en pacientes con
lesiones frontales.
El
sistema de atención posterior está conformado por tres estructuras; la corteza
parietal posterior, el núcleo pulvinar del tálamo y el colículo superior; en
conjunto, permiten la orientación hacia estímulos visuales que resultan de
interés para las personas.
La
orientación hacia estímulos relevantes puede presentarse de manera manifiesta
mediante el movimiento de la cabeza y los ojos hacia la fuente atendida (
fenómeno denominado foveación), o se puede atender a una región del campo visual
sin presentar conducta manifiesta como en el caso de la atención encubierta
(Posner, 1988)
Una
de las funciones asociadas con el proceso de orientación visual es la mejora de
la detección de estímulos en la parte del campo visual que se está atendiendo,
observándose un incremento en el número de aciertos y una reducción en el
tiempo de reacción, aspectos que indican mayor eficiencia en el procesamiento.
De
acuerdo con Posner y Petersen, la orientación hacia una región del campo visual
puede descomponerse en tres operaciones básicas: retirar la atención del sitio
previamente seleccionado, transferir la atención hacia el lugar en donde se
presenta el estímulo relevante y mantener la atención en el mismo.
Para
estudiar estos procesos, Posner y colaboradores (1980) diseñaron una tarea que
consiste en la detección de estímulos que se presentan a los lados de un punto
de fijación. En cada ensayo se presenta una pista que le indica al sujeto el
lugar en el que aparecerá el estímulo prueba; sin embargo, a lo largo de la
tarea se intercalan ensayos en los cuales la pista no se muestra o señala hacia
el lado contrario de donde aparecerá el estímulo prueba. Al utilizar esta tarea
en pacientes con lesiones cerebrales en diversas regiones del sistema nervioso
se ha encontrado que el tipo de alteraciones que aparecen depende de la
localización de la lesión (Posner, 1988)
De
esta manera, se ha propuesto que las distintas estructuras que constituyen la red
de atención posterior se le relaciona con la función de retirar la atención del
sitio previamente seleccionado, el colículo superior participa en la
reubicación de la atención e n la nueva región de interés, y finalmente, el
núcleo pulvinar del tálamo posterior se vincula
con la fijación de la atención en la región atendida.
Estos
resultados se han visto apoyados por estudios descritos anteriormente, en los
cuales se ha registrado la actividad neuronal unitaria en diversas regiones
cerebrales durante la ejecución de tareas de orientación visual (Desimone y
Duncan, 1995), así como también en diversos estudios en los que se han
utilizado métodos de neuroimagen (Corbetta et al., 1995; Posner y Raichle,
1994).
En resumen, el modelo de Posner y Petersen
sostiene que los procesos de atención se sustentan en tres sistemas neuronales
con una amplia relación entre si, pero separados anatómicamente de los sistemas
sensoriales relacionados con el procesamiento de los estímulos. La propuesta de
Posner y Petersen sugiere la participación de distintas estructuras en los
procesos de atención y, siguiendo el modelo de Mesulam, intenta asignar
funciones específicas a los distintos elementos que la componen.
Funciones
ejecutivas.
En
los lóbulos frontales, se realizan los procesos neuropsicológicos, como son las
funciones ejecutivas.
Fuster
(2002), menciona que los lóbulos frontales son las estructuras cerebrales de
más reciente desarrollo y evolución en el cerebro humano, su perfeccionamiento
en los primates se relaciona con la necesidad de un control y coordinación más
compleja de los procesos cognitivos y conductuales que emergieron a través de
la filogénesis de estas especies
Desde
un punto de vista neuropsicológico los lóbulos frontales representan un sistema
de planeación, regulación y control de los procesos psicológicos (Luria, 1986),
permiten la coordinación y selección de múltiples procesos y de las diversas
opciones de conducta estrategias con que cuenta el humano; organizan las
conductas basadas en motivaciones e intereses, hacia la obtención de metas que
solo se pueden conseguir por medio de procedimientos o reglas (Miller &Cohen,
2002). También participan de forma decisiva en la formación de intenciones y
programas, así como en la regulación y verificación de las formas más complejas
de la conducta humana (Luria,1989)
Debido
a esta capacidad de regular, planear y supervisar los procesos psicológicos más
complejos del humano, se considera que los lóbulos frontales representan el
“centro ejecutivo del cerebro” (Goldberg, 2001)
Las
funciones ejecutivas comprenden un amplio rango de habilidades cognoscitivas
como el razonamiento, la solución de problemas, la inhibición de impulsos, la
planeación, la flexibilidad de ´pensamiento, el desarrollo de estrategias y memoria
de trabajo, entre otras. (González, 2006)
Flexibilidad
mental, es la capacidad para cambiar un esquema de acción o pensamiento en
relación a que la evaluación de sus resultados indica que no es eficiente, a
los cambios en las condiciones del medio y/o de las condiciones en que se
realiza una tarea específica, requiere de la capacidad para inhibir este patrón
de respuestas y poder cambiar de estrategias (Robbins, 1998)
Memoria
de trabajo, es la capacidad para mantener información de forma activa, por un
breve periodo de tiempo, sin que el estímulo esté presente, para realizar una
acción o resolver problemas utilizando información activamente. (Baddeley,
1990), así como también para el curso de
los procesos de pensamiento (Baddeley, 2003)
En
esta función existe la participación diferente de diversas estructuras de la
corteza prefrontal (CPF), para el
mantenimiento de la memoria de trabajo, lo cual se extiende más allá de la
división verbal-visual 8Goldman-Rakic, 1998)
Planeación,
es la capacidad para integrar, secuenciar y desarrollar pasos intermedios para
lograr metas a corto, mediano o largo plazo (Tsuklura, Fuji &Takahashi,
2001) En algunas ocasiones la planeación no sólo se realiza en una sola
dirección, con frecuencia se realizan pasos indirectos o en sentido inverso que
al seriarse con los pasos directos se consigue llegar a la meta planteada
(Luria, 1986)
Control
conductual, es ejercido por la CPF, en particular por la CEM, permite retrasar
las tendencias a generar respuestas impulsivas originadas en otras estructuras
cerebrales siendo esta función reguladora primordial para la conducta y la
atención. (Matthews, Simmons, Arce & Paulus, 2005)
Algunos modelos teóricos actuales del
TDAH sostienen que la dificultad para inhibir o retrasar una respuesta es el
aspecto central y más característico de este trastorno. Estos modelos difieren
en la formulación que hacen del constructo impulsividad. Así los problemas para
inhibir o demorar una respuesta se pueden considerar como déficits en el
sistema de control de las respuestas asociadas con las señales de premios o
castigos (Quay, 1997), como procesos de control poco eficaces (Logan, Cowan y
Davis, 1984; Schachar, Tannock y Logan, 1993), como alteraciones en la
motivación, relacionadas con la situación, y dependientes del procesamiento de
la información (Sonuga-Barke, Willians, Ha11 y Saxton, 1996), como un
funcionamiento alterado del sistema de activación (Sergeant, 1995; Van der
Meere, 1996) o como déficits primarios en la inhibición de las respuestas (Barkley,
1997).
Uno de loss modelos más completos y
elaborados del TDAH es el propuesto por Barkely (1997). Este autor mantiene que
el déficit en la inhibición de la conducta conlleva un retraso o deterioro en
el desarrollo de cuatro funciones neuropsicológicas: 1) la memoria de trabajo
no verbal, 2) la interiorización del lenguaje (o memoria de trabajo verbal), 3)
la autorregulación del afecto/motivación/
activación, y 4) la reconstitución. El
TDAH provoca un retraso o deterioro en la interiorización de las conductas
dependientes de estas funciones y, por consiguiente, se altera la habilidad de
autorregulación que proporcionan a la persona.
El primer componente del modelo, y
posiblemente el más importante, es la inhibición conductual que abarca: a) la
habilidad para inhibir una respuesta antes de que se produzca, b) la habilidad
para detener una respuesta (o un patrón de respuestas) que se ha iniciado,
dando lugar a una demora que permite que las funciones ejecutivas puedan
aparecer, y c) la protección, o control, frente a otras formas de
interferencia. Este último proceso es especialmente importante durante la
demora de la respuesta, cuando las otras funciones ejecutivas están en acción,
ya que las protege de fuentes de interferencia tanto internas como externas. El
control de la interferencia se puede describir como resistencia a la
distracción, mientras que las dos primeras pueden considerarse formas de
autocontrol o autorregulación.
La capacidad para inhibir la conducta
proporciona la base para que aparezcan, y se puedan ejercitar, las cuatro
habilidades neuropsicológicas antes mencionadas, que dependen de ella. Se trata
de funciones ejecutivas consideradas conductas encubiertas y autodirigidas que
producen información, que se representa internamente, y que pueden influir y
ejercer control sobre el sexto componente del modelo, el control motor del
sistema. (Barkley, 1997, p. 207). Sin la inhibición de la conducta estas
funciones no se ejecutan adecuadamente. Pero el control motor depende tanto de
la inhibición de la conducta como de las funciones ejecutivas, en la medida en
que la conducta está guiada internamente (autorregulada) y al servicio de una
meta (Barkley, 1997).
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