jueves, 19 de enero de 2012


Modelo de Posner y Petersen.

Este modelo (1990) propone la existencia de redes neuronales implicadas en los procesos de la atención las cuales se agrupan en tres sistemas funcionales: sistema de vigilancia, sistema de atención anterior y sistema de atención posterior. Estas tres redes tienen gran interacción.

Posner y Petersen atribuyen funciones específicas a cada una de estas redes, asocian el sistema de vigilancia con el incremento y mantenimiento del nivel de alertamiento; el sistema de atención anterior con la detección de señales para el procesamiento consciente y el sistema de atención posterior con la orientación hacia los estímulos sensoriales que se presentan en el ambiente.

El sistema de vigilancia es el responsable de generar un nivel de alertamiento óptimo para permitir el procesamiento de señales relevantes. Se ha informado que el incremento en el nivel de alertamiento durante la ejecución de una tarea de detección de estímulos produce un aumento en la velocidad de las respuestas, aunque este aumento puede acompañarse por un mayor número de errores, ya que la selección de la respuesta se basa en el procesamiento de cualidades básicas del estímulo (Posner,1978)

Esta red de vigilancia influye sobre los sistemas de atención anterior y posterior, por una parte suprimiendo la actividad de base del sistema anterior y, por otra, incrementando la eficacia en la orientación hacia estímulos relevantes.

Posner y Petersen, han postulado que el sistema noradrenérgico del locus coeruleus participa en la elevación y mantenimiento del nivel de alertamiento; sin embargo, a partir del estudio de pacientes con lesiones cerebrales proponen que el hemisferio cerebral derecho juega un papel importante en el mantenimiento del mismo, ya que el nivel de alertamiento se afecta más cuando la lesión se presenta en el hemisferio derecho (Heilman y et al., 1985)

Estudios posteriores han revelado que las neuronas noradrenérgicas provenientes del locus coeruleus proyectan sus axones sobre distintas regiones corticales, presentando una extensa arborización terminal, inervando en mayor media el hemisferio derecho, mientras que las proyecciones dopaminérgicas y colinérgicas provenientes del tallo cerebral muestran un patrón inverso, es decir, mayor inervación del hemisferio izquierdo (Marrocco et al., 1994).

Las ratas a las que se les han lesionado selectivamente las neuronas noradrenérgicas del lado izquierdo del tallo cerebral continúan presentando el patrón electroencefalográfico característico de la vigilia en ambos hemisferios (Cirelli at el, 1996)

Posner y Peterson proponen que el sistema de atención anterior, implicado en la detección de estímulos del ambiente, está constituido por regiones de la corteza prefrontal media como la circunvolución del cíngulo y el área motora suplementaria.

La evaluación del flujo sanguíneo cerebral durante la ejecución de tareas de detección de estímulos ha mostrado que la circunvolución del cíngulo presenta un incremento en su nivel de activación, el cual se asocia con la dificultad de la tarea (Posner et al, 1988).

Otra evidencia a favor de la participación de estas estructuras en la detección de estímulos se deriva de los estudios acerca del síndrome de hemiinatención en pacientes con lesiones que afectan la circunvolución del cíngulo (Mesulam, 1981)

Se ha propuesto que el sistema de atención anterior participa de manera más activa durante tareas que presentan alto grado de interferencia, como es el caso de la prueba de Stroop (Pardo et al., 1990), lo cual concuerda con estudios en los que se ha visto un deterioro en la ejecución de esta tarea en pacientes con lesiones frontales.

El sistema de atención posterior está conformado por tres estructuras; la corteza parietal posterior, el núcleo pulvinar del tálamo y el colículo superior; en conjunto, permiten la orientación hacia estímulos visuales que resultan de interés para las personas.

La orientación hacia estímulos relevantes puede presentarse de manera manifiesta mediante el movimiento de la cabeza y los ojos hacia la fuente atendida ( fenómeno denominado foveación), o se puede atender a una región del campo visual sin presentar conducta manifiesta como en el caso de la atención encubierta (Posner, 1988)

Una de las funciones asociadas con el proceso de orientación visual es la mejora de la detección de estímulos en la parte del campo visual que se está atendiendo, observándose un incremento en el número de aciertos y una reducción en el tiempo de reacción, aspectos que indican mayor eficiencia en el procesamiento.

De acuerdo con Posner y Petersen, la orientación hacia una región del campo visual puede descomponerse en tres operaciones básicas: retirar la atención del sitio previamente seleccionado, transferir la atención hacia el lugar en donde se presenta el estímulo relevante y mantener la atención en el mismo.

Para estudiar estos procesos, Posner y colaboradores (1980) diseñaron una tarea que consiste en la detección de estímulos que se presentan a los lados de un punto de fijación. En cada ensayo se presenta una pista que le indica al sujeto el lugar en el que aparecerá el estímulo prueba; sin embargo, a lo largo de la tarea se intercalan ensayos en los cuales la pista no se muestra o señala hacia el lado contrario de donde aparecerá el estímulo prueba. Al utilizar esta tarea en pacientes con lesiones cerebrales en diversas regiones del sistema nervioso se ha encontrado que el tipo de alteraciones que aparecen depende de la localización de la lesión (Posner, 1988)

De esta manera, se ha propuesto que las distintas estructuras que constituyen la red de atención posterior se le relaciona con la función de retirar la atención del sitio previamente seleccionado, el colículo superior participa en la reubicación de la atención e n la nueva región de interés, y finalmente, el núcleo pulvinar del tálamo posterior se vincula  con la fijación de la atención en la región atendida.

Estos resultados se han visto apoyados por estudios descritos anteriormente, en los cuales se ha registrado la actividad neuronal unitaria en diversas regiones cerebrales durante la ejecución de tareas de orientación visual (Desimone y Duncan, 1995), así como también en diversos estudios en los que se han utilizado métodos de neuroimagen (Corbetta et al., 1995; Posner y Raichle, 1994).

En resumen, el modelo de Posner y Petersen sostiene que los procesos de atención se sustentan en tres sistemas neuronales con una amplia relación entre si, pero separados anatómicamente de los sistemas sensoriales relacionados con el procesamiento de los estímulos. La propuesta de Posner y Petersen sugiere la participación de distintas estructuras en los procesos de atención y, siguiendo el modelo de Mesulam, intenta asignar funciones específicas a los distintos elementos que la componen.





Funciones ejecutivas.

En los lóbulos frontales, se realizan los procesos neuropsicológicos, como son las funciones ejecutivas.

Fuster (2002), menciona que los lóbulos frontales son las estructuras cerebrales de más reciente desarrollo y evolución en el cerebro humano, su perfeccionamiento en los primates se relaciona con la necesidad de un control y coordinación más compleja de los procesos cognitivos y conductuales que emergieron a través de la filogénesis de estas especies

Desde un punto de vista neuropsicológico los lóbulos frontales representan un sistema de planeación, regulación y control de los procesos psicológicos (Luria, 1986), permiten la coordinación y selección de múltiples procesos y de las diversas opciones de conducta estrategias con que cuenta el humano; organizan las conductas basadas en motivaciones e intereses, hacia la obtención de metas que solo se pueden conseguir por medio de procedimientos o reglas (Miller &Cohen, 2002). También participan de forma decisiva en la formación de intenciones y programas, así como en la regulación y verificación de las formas más complejas de la conducta humana (Luria,1989)

Debido a esta capacidad de regular, planear y supervisar los procesos psicológicos más complejos del humano, se considera que los lóbulos frontales representan el “centro ejecutivo del cerebro” (Goldberg, 2001)

Las funciones ejecutivas comprenden un amplio rango de habilidades cognoscitivas como el razonamiento, la solución de problemas, la inhibición de impulsos, la planeación, la flexibilidad de ´pensamiento, el desarrollo de estrategias y memoria de trabajo, entre otras. (González, 2006)

Flexibilidad mental, es la capacidad para cambiar un esquema de acción o pensamiento en relación a que la evaluación de sus resultados indica que no es eficiente, a los cambios en las condiciones del medio y/o de las condiciones en que se realiza una tarea específica, requiere de la capacidad para inhibir este patrón de respuestas y poder cambiar de estrategias (Robbins, 1998)

Memoria de trabajo, es la capacidad para mantener información de forma activa, por un breve periodo de tiempo, sin que el estímulo esté presente, para realizar una acción o resolver problemas utilizando información activamente. (Baddeley, 1990),  así como también para el curso de los procesos de pensamiento (Baddeley, 2003)

En esta función existe la participación diferente de diversas estructuras de la corteza prefrontal (CPF),  para el mantenimiento de la memoria de trabajo, lo cual se extiende más allá de la división verbal-visual 8Goldman-Rakic, 1998)

Planeación, es la capacidad para integrar, secuenciar y desarrollar pasos intermedios para lograr metas a corto, mediano o largo plazo (Tsuklura, Fuji &Takahashi, 2001) En algunas ocasiones la planeación no sólo se realiza en una sola dirección, con frecuencia se realizan pasos indirectos o en sentido inverso que al seriarse con los pasos directos se consigue llegar a la meta planteada (Luria, 1986)

Control conductual, es ejercido por la CPF, en particular por la CEM, permite retrasar las tendencias a generar respuestas impulsivas originadas en otras estructuras cerebrales siendo esta función reguladora primordial para la conducta y la atención. (Matthews, Simmons, Arce & Paulus, 2005)

Algunos modelos teóricos actuales del TDAH sostienen que la dificultad para inhibir o retrasar una respuesta es el aspecto central y más característico de este trastorno. Estos modelos difieren en la formulación que hacen del constructo impulsividad. Así los problemas para inhibir o demorar una respuesta se pueden considerar como déficits en el sistema de control de las respuestas asociadas con las señales de premios o castigos (Quay, 1997), como procesos de control poco eficaces (Logan, Cowan y Davis, 1984; Schachar, Tannock y Logan, 1993), como alteraciones en la motivación, relacionadas con la situación, y dependientes del procesamiento de la información (Sonuga-Barke, Willians, Ha11 y Saxton, 1996), como un funcionamiento alterado del sistema de activación (Sergeant, 1995; Van der Meere, 1996) o como déficits primarios en la inhibición de las respuestas (Barkley, 1997).



Uno de loss modelos más completos y elaborados del TDAH es el propuesto por Barkely (1997). Este autor mantiene que el déficit en la inhibición de la conducta conlleva un retraso o deterioro en el desarrollo de cuatro funciones neuropsicológicas: 1) la memoria de trabajo no verbal, 2) la interiorización del lenguaje (o memoria de trabajo verbal), 3) la autorregulación del afecto/motivación/

activación, y 4) la reconstitución. El TDAH provoca un retraso o deterioro en la interiorización de las conductas dependientes de estas funciones y, por consiguiente, se altera la habilidad de autorregulación que proporcionan a la persona.



El primer componente del modelo, y posiblemente el más importante, es la inhibición conductual que abarca: a) la habilidad para inhibir una respuesta antes de que se produzca, b) la habilidad para detener una respuesta (o un patrón de respuestas) que se ha iniciado, dando lugar a una demora que permite que las funciones ejecutivas puedan aparecer, y c) la protección, o control, frente a otras formas de interferencia. Este último proceso es especialmente importante durante la demora de la respuesta, cuando las otras funciones ejecutivas están en acción, ya que las protege de fuentes de interferencia tanto internas como externas. El control de la interferencia se puede describir como resistencia a la distracción, mientras que las dos primeras pueden considerarse formas de autocontrol o autorregulación.



La capacidad para inhibir la conducta proporciona la base para que aparezcan, y se puedan ejercitar, las cuatro habilidades neuropsicológicas antes mencionadas, que dependen de ella. Se trata de funciones ejecutivas consideradas conductas encubiertas y autodirigidas que producen información, que se representa internamente, y que pueden influir y ejercer control sobre el sexto componente del modelo, el control motor del sistema. (Barkley, 1997, p. 207). Sin la inhibición de la conducta estas funciones no se ejecutan adecuadamente. Pero el control motor depende tanto de la inhibición de la conducta como de las funciones ejecutivas, en la medida en que la conducta está guiada internamente (autorregulada) y al servicio de una meta (Barkley, 1997).

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